miércoles, 8 de abril de 2009

OBAMA Y LA NECESIDAD DE LÍDERES

Catorce mil años después el ser humano sigue viviendo ávido de líderes, sigue conservando la necesidad de ser guiado por otros miembros de su misma especie, continúan haciendole falta jefes de tribu que vengan a solucionar los problemas surgidos de un entramado social, creado por la propia humanidad, cuya casi totalidad de miembros no acaba de comprender ni puede, aún menos, soñar con controlar. El sistema social ha logrado culminar en un empequeñecimiento real del ser humano vulgar de cuya constancia podría culparse a varios factores inherentes a la propia condición humana. Uno de ellos podría ser la falta de capacidad intelectual del común de los mortales, es decir, la existencia de sólo unos pocos personajes de mente brillante cuya carga intelectiva y volitiva fuera capaz de aprehender los entresijos de un complejo y elaborado sistema social. Otra probabilidad radicaría en la falta de capacidad de trabajo ínsita en la condición humana, la cual aconsejaría dejar hacer a otros, mientras sea posible, lo que podría hacer uno mismo, falta de capacidad que, a fuer de ser desarrollada, podría mutar en una profunda ignorancia inhabilitante para desempeñar aquello que en un principio no se ejercitó por simple y llana desidia. Si fuese aceptada la primera de las razones, el individuo quedaría exento de responsabilidad alguna dada su ínfima capacidad natural de intervención en los asuntos sociales, puesto que, precisamente por ese motivo y consciente de sus limitaciones, habría dejado en manos de una élite intelectual minoritaria la dirección de un sistema organizativo demasiado complejo para su entendimiento, mostrando así, incluso, un atisbo de responsabilidad loable al retirarse de la dirección de cuestiones que trascenderían de sus posibilidades. Esto haría que aquellas personas de esta hipotética condición se convirtiesen en legítimos acreederos de la participación en los beneficios de la sociedad por el mero hecho de pertener a ella y sostenerla con su trabajo, sin embargo les convertiría en inútiles para intervenir en la dirección, organización y gestión de sus designios, lo que vendría a ocasionar graves problemas a las actuales concepciones democráticas, atacándolas desde su raíz misma y poniéndolas en entredicho. Si se desestimase la primera teoría y se acordase la segunda, ninguno de los miembros de la sociedad podría esconderse tras disculpa alguna, los unos por adoptar conductas parasitarias y los otros por pecar de inocencia o de ambición desmesurada. Sin embargo, lo que parecería más equilibrado sería concluir en una teoría mixta, que aunase ambas posturas, configurando un híbrido que podría describir al ser humano, en cuanto a su intervención en el sistema, como un individuo capaz de comprender y asimilar gran parte del entramado social, y, por lo tanto, capaz de participar legítimamente en aquellas parcelas inteligibles para el común de las personas, tanto en los beneficios, como en la organización, gestión y dirección sociales, con lo que, entre otras cosas, la democracia quedaría salvada para sus defensores, pero también significando al ser humano como un sujeto tendente a la relajación intelectual y física que prefiere ser dirigido, aún sin entender en profundidad el sistema, a cambio de ejercer labores más mundanas sin grandes complicaciones vitales. Podrían alzarse voces afirmando que lo expuesto no es fruto más que de la propia y necesaria organización social y de la división del trabajo como herramienta indispensable para el buen funcionamiento de una sociedad avanzada, pero desde aquí se afirma que si bien no todos los ciudadanos han ejercer labores de dirección social, sí debería ser moralmente exigible el conocimiento por parte de los miembros de una sociedad, siquiera de manera general y no demagógica, de las Instituciones y funcionamiento de esa sociedad de la que se sirven, así como, en la misma exigencia, la existencia de un compromiso ciudadano de contribuir al entramado social en beneficio de todos y no sólo en beneficio propio, lo cual vendría a afirmar la necesidad de una más depurada formación intelectual de los miembros del sistema para que puedan convertirse en legítimos acreedores de los beneficios de la sociedad en la que viven, pero, además, para que también puedan gozar legítimamente de la participación, de una u otra manera, en las tareas dirección, organización y gestión de la misma.
CONTINÚA...

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